
Siete notas sobre Espartaco, una película para la historia
En contra de lo que se suele creer, los grandes títulos del cine político (de izquierdas), pierden influencia con el paso del tiempo.
En contra de lo que se suele creer, los grandes títulos del cine político (de izquierdas), pierden influencia con el paso del tiempo.
Pepe Gutiérrez-Álvarez Para Kaos en la Red Hoy 10:55 192 lecturas 3 comentarios
www.kaosenlared.net/noticia/siete-notas-sobre-espartaco-pelicula-para-historia
-->Antes del Spartacus (USA, 1960), de Stanley Kubrick-Kirk Douglas hubieron otros Espartaco en el cine, y también los hubo después, pero aunque pudieran ser mejores, ninguno causó tanto impacto ni tuvo tanta trascendencia…
En contra de lo que se suele creer, los grandes títulos del cine político (de izquierdas), pierden influencia con el paso del tiempo. Es posible pues, que los jóvenes que la vean en la pequeña pantalla, aunque sea con todos los atractivos y añadidos de la edición especial en DVD, difícilmente se podrán hacer una idea de lo que significó para la juventud que la descubrió en aquellas salas oscuras con una pantalla gigante…Seguro que la inmensa mayoría no sabían de quien hablaba, y que solos unos pocos tuvieran una vaga idea del personaje, pero desde entonces, Espartaco quedaría como sinónimo de una lucha contra la esclavitud cuya primera batalla se libro en Roma, en tanto que la segunda no llegaría hasta el siglo XIX, y de hecho todavía continúa…
Se puede hablar de Espartaco desde muchos ángulos, de la historia verdadera, de sus versiones literarias o artísticas…La misma película permite numerosas discusiones en centros en enseñanza, entidades ciudadanas y por supuesto, en sindicatos. No en vano el nombre Espartaco está ligado a algunas grandes batallas del proletariado, a numerosos diarios y revistas, y a personas que tomaron el nombre de aquel esclavo que dijo NO, e hizo temblar Roma. Un gesto que sigue vivo
1. Sipnosis. La película se inicia con una panorámica sobre unas canteras al tiempo que se escucha una voz en «off» que dice: «En Tracia una esclava da luz a un niño que a los 13 años es vendido. Ese niño es ya un hombre que trabaja en las minas «soñando con la abolición de la esclavitud». Desde el primer momento quedan patentes la humanidad y la rebeldía del esclavo que muerde a un guardián que antes ha golpeado a otro esclavo exhausto. Cuando está sufriendo un terrible castigo aparece su salvador, Léntulo Batiato (magnífico Peter Ustinov) pensando que alguien tan airado podría ser añadirlo a su escuela de gladiadores de Capua. Allí no hay lugar ni para el amor (las esclavas son una recompensa otorgada) ni para la amistad entre personas que en cualquier momento deberán enfrentarse a muerte, esto es lo que ocurre cuando el banquero Craso (Laurence Olivier) con otros romanos ociosos, en especial dos depravadas aristócratas romanas sedientas de sangre y emociones fuertes (Nina Foch y Joanna Barnes). Éstas escogen a Espartaco por su mirada insolente así como al musculoso etíope Draba (el inolvidable «El sargento negro» de John Ford, Woody Strode), un gigante negro que antes de cumplir la orden fatídica de matar a Espartaco, prefiere revolverse contra la tribuna de los patricios. El negro Druba es, muy significativamente, el primer rebelde, el primero que prefiere enfrentarse a los poderosos antes que acabar con alguien que solo le había hecho una pregunta amable.
Semejante hecho, más las vejaciones constante que sufren tanto él como Varinia, finalmente vendida a Craso para su desesperación (Jean Simons), llevan a Espartaco a revolverse y a matar al antiguo gladiador, y ahora odioso instructor Marcelo (Charles MacGraw). Su muerte enciende una revuelta con solo 7O gladiadores. Esta primera parte de la película resulta ser la más rigurosa históricamente y la más convincente dramáticamente. En poco tiempo el "espartakismo" se extiende por toda Italia, y el pequeño grupo se convierte en un ejército-comunidad (socialista, obviamente) que se distingue por su sencillez, la variedad y el ropaje multicolor. Su funcionamiento es asambleario, y Espartaco aparece como un «tribuno del pueblo», como alguien sediento de conocimientos, capaz de asimilar todo lo que contribuya a la libertad, y lleno de amor por otra esclava, que es también una mujer extraordinaria que llega entre los primeros liberados.
Mientras que unos quieren atravesar Los Alpes, otros apoyan a Espartaco que –falseando la historia- convence a todos de emprender una marcha militar liberadora hasta Brindisi, aunque antes se refugian en el Vesubio donde derrotan a Glauber (John Dall), que cumple así una propuesta envenenada de Graco (Charles Laughton), el representante del partido «plebeyo» frente a Craso. Su llegada triunfal a Brindisi donde descubren que Tigranes (Herbert Lom), el pirata fenicio al que han contratado con los tesoros arrebatados a los romanos, les ha traicionado al llegar a un acuerdo con Craso que conoce mejor que nadie el lenguaje del oro. Al final, acorralado por un ejército muy superior, Espartaco es derrotado en una batalla que ha quedado como la más conseguida de la historia del «peplum». Espartaco será el último de los 6.000 crucificados en la Vía Apía aunque antes de morir (en el final más optimista de toda la filmografía de Kubrick, y contrario al planteamiento de Trumbo que pensaba que alguien como él solo podía morir con la espada en la mano) tiene ocasión de ver como su compañera, Varinia, camina hacia la libertad junto con su hijo.
En algunos momentos una voz en «off» subraya el contenido de la película con frases como: «El sacrificio de Espartaco se convirtió en el triunfo de la humanidad», «Un hombre dijo NO y tembló Roma. Eso fue lo maravilloso. Al gritar un hombre NO, diez mil voces se alzaron gritando NO». En el mismo sentido se pronuncia Espartaco cuando se le interroga a la hora de la derrota, antes había proclamado que el esclavo –nunca mejor dicho- solo tiene que perder sus cadenas, y entonces responde que el hecho de ser sido libros y de haber luchado por ello, ya era más que suficiente para justificar su rebelión. Toda esta historia transcurre en un metraje --casi «standard»- de más de tres horas que fueron rigurosamente vigiladas por la censura norteamericana, muy pendiente de un filme considerado como «marxista» que enaltecía la revolución.
2. La censura. Los censores encontraron algo extraño en la escena del baño entre el protofascista Craso y el sensible Antoninus (Tony Curtis), y aconsejó cambios en unos diálogos en los que Craso proclama que su apetito incluye «caracoles y otras» porque «ningún apetito es inmoral», una clara alusión homosexual a la que Antoninus responde con la fuga. La película quedará registrada como un título específico dentro del «peplum» en el que marcó la «mayoría de edad». Llaman la atención algunos diálogos entre los representantes de los patricios y de los plebeyos, las maniobras de la política romana y del papel del senado que recuerdan las de «Tormenta sobre Washington», con sus agudas reflexiones sobre las luchas por el poder en sus vertientes cesarista y republicana al tiempo que queda patente la marginación de la gran mayoría del pueblo, la utilización de las personas como propiedad de los poderosos y los recursos dentro de la política. En resumen, un cuadro que retrata con vigor una Roma histórica vulgarizada por el cine. Espartaco además apuntaba claramente reflexiones más o menos directa –ya no hemos referido a la esclavitud en los Estados unidos- sobre el presente, no en vano se trata de una parábola histórica cuyas pistas son múltiples, empezando claro está por el insólito dato de que «los de abajo» tenían toda la razón. De hecho, puede considerarse como una de las pocas excepciones en las que Hollywood glorifica tan rotundamente una revolución. Algunos analistas han visto también una corriente homosexual en relación entre Lentulo y Marcelo.
Algunas de las escenas censuradas fueron incorporadas a revisiones ulteriores como un atractivo más.
3. La producción. Aunque en la historia del ”peplum” Espartaco (1960) no es, ni mucho menos la mejor película ni tan siquiera cinematográficamente más importante, su impacto popular es equivalente a la de las mayores.
Como producto es muy inferior a otros quizás menos conocidos o recordados. Opero su calidad es muy inferior a hitos como Cabiria o Sansón o Dalila, que contienen una mayor calidad fílmica y fueron más importantes para la evolución del género, empero resulta que, por una suma de factores muy heterogéneos, sobre todo su connotación emancipadora, le ha otorgado un peso muy por encima de su categoría crítica, que cuenta con no pocos detractores. Estos factores hacen que sobre ningún otro “peplum” se haya escrito tanto ni tan variado. Así, Espartaco se ha convertido en una cita obligatoria en todos los –numerosos- estudios monográficos sobre Stanley Kubrick, quien adquirió ulteriormente un controvertido prestigio de “autor”, sino de “genio” y para el que esta película fue un punto de inflexión decisivo: sin Espartaco al menos habría tardado más en poder realizar proyectos de riesgos como Lolita, en la que aparece una broma sobre el personaje cuando hace decir con ironía a Clare Quilty-Peter Sellers: “Soy Espartaco: liberadme”, por no hablar de “2.0001”. Aparte de contar con un reparto “de primera”, ha resultado también que algunos de sus protagonistas como Kirk Douglas (“El hijo del trapero”, Ed. B, BCN, 1988) o Laurence Olivier (“Laurence Olivier: confesiones de un actor” ( Planeta, BCN, 1984), serían autores de sendas y muy valoradas autobiografías, esto sin contar otros posibles títulos como la biografía de Charles Laughton.
No dejaba tampoco de resultar significativo que el punto de partida fuese una novela de Howard Fast, escrita de principios de los años cincuenta, en la época de restauración conservadora conocida impropiamente como maccarthismo y que cayó en manos de Kirk Douglas,. quien acababa de demostrar su talento como productor con Los vikingos (1960), asumió el reto desde su propia productora, la Byrna con el apoyo de la Universal que impuso a Anthony Mann en contra de los deseos de Douglas que previamente había tratado con David Lean (que no se consideró idóneo) y con Laurence Olivier (que se le creyó demasiado). Finalmente fue Mann quien inició el rodaje en España con las secuencias de las canteras y de la escuela de Capua en cooperación con el gran Yakima Canutt. Sin embargo, a los quince días Douglas prescindió de sus servicios, lo que no impidió que algunos críticos le atribuyeran a Mann algunas de las mejores escenas.
Entre otras cosas, el despido dejó claro quien era en realidad el verdadero “anima mater” del proyecto, hasta el punto que Kubrick declaró que la suya fue una de las tantas voces que Douglas escuchaba. Su gestación no fue nada fácil, tanto fue así que se cumplió el plazo de los derechos que acabó prorrogando gracias a un nuevo acuerdo con Fast según el cual éste escribía el guión, un disparate ya que el famoso escritor comunista no tenía ni idea de tal oficio…
4. El guionista. Fue este último descubrimiento el que al parecer que llevó a Douglas a buscar a otro «rojo» perseguido, Dalton Trumbo, un auténtico «apestado» para el fuerte «lobby» derechista de Hollywood,. Trumbo por cierto, acababa de ganar el Oscar al mejor guionista con el seudónimo de «Robert Rich» por la simpática parábola animalista The brave (1959). Dalton tenía fama de trabajar rápido, más remedio que aceptar, posicionamientos que acabaron la proscripción de los «blacklisted».
Al margen de este episodio histórico, la adaptación del guión conoció un serio conflicto entre Trumbo y Kubrick. Contradiciendo los testimonios (entre ellos, del propio Kubrick) que lo convierten en un mero asalariado de Douglas, Stanley Kubrick declaró que había efectuado diversas críticas al guión, y declaró que «la película lo tenía todo menos una buena historia». «Nada más lejos, en efecto, del acendrado cinismo nihilista de Kubrick que el ingenuo idealismo liberal de Trumbo», escribió José Luis Guerner. Otro crítico destaca «...el rótulo altamente emocional de «izquierdista» con el que se designa a Trumbo se remonta a la época de Roosevelt y el «New Deal». El resultado...está determinado de antemano». Sin embargo, conviene recordar que Kubrick acababa de realizar «Senderos de gloria», una película no muy lejana del «izquierdismo» de Trumbo. No obstante, resulta evidente que éste demostró ser mucho más que un «ingenuo idealista liberal» de otras películas. Su guión operaba no pocas modificaciones. También acentuó el protagonismo de Espartaco con el natural beneplácito de Douglas, ya mayorcito (42 años) para el papel de un esclavo que sobrevive en unas canteras en las que el término medio de vida no sobrepasaba los diez años.
Ulteriormente, Kubrick ya encumbrado, renegó de esta película, que emprendió a los 32 años, cuando no había ganado todavía un solo dólar en la industria, y que sería justo la que le permitiría emprender una de las carreras más personales - y controvertidas - del cine contemporáneo. Acababa de ser expulsado del rodaje del “western” al servicio de Marlon Brando “El rostro impenetrable”, que acabó dirigiendo el mismo actor, y se encontró con una superproducción con un presupuesto de millones de dólares, con un elenco de auténtico lujo - al que la publicidad realzaba con sus rostros inscritos en unas monedas que con un tamaña de dos metros aproximadamente apabullaba al público que pasaba por los cines de estreno -, con un equipo de producción que llegaba a 10.500 personas (incluidos los 8.000 soldados españoles de extras)...Hoy nadie duda de que muchas escenas claves le pertenecen. No obstante, el conflicto estaba servido, aunque todavía escasamente conocido, Kubrick era ya todo un carácter, y los conflictos con Douglas fueron constantes.
5. Una película “revolucionaria”. Su propia historia como película, Espartaco cuenta con dos episodios que forman parte ya de las leyendas del cine, uno fue liberar a Dalton Trumbo de las bochornosas “listas negras”, el otro diálogo entre Craso y Antoninus sobre los gustos sexuales ambivalentes extraído en el primer montaje, y que sirvió luego para darle más color a su reestreno. Está también su esfuerzo en la reconstrucción histórica, muy valorado entre los profesores de historia, de manera que al menos dos ensayos sobre la relación entre el cine y la historia le dedican sendos capítulos a la película. Javier Coma también la incluye tanto en su “Diccionario” sobre cien películas míticas como en el que dedica al cine de aventuras. Pero sin duda lo más importante de Espartaco es que resultó una película “revolucionaria”, un salto en la maduración temática del género, dos factores que conectaron plenamente con el clima de radicalización izquierdista ya presente en la hora de su rodaje, y claramente confirmada en la segunda mitad de la época. Un tiempo en el que numerosos espectadores jóvenes ya la había integrado como una particular “cult movies” para numerosos inconformistas que eran muchachos en la época.
A todo esto, no deja de resultar muy sintomático que después de más de veinte siglos de haber protagonizado la más conocida (pero en absoluto la única, ni tan siquiera la más importante) revuelta de esclavos y campesinos pobres contra Roma, desde –geográfica y socialmente- el propio corazón de esta, el nombre de Espartaco siguiera evocando tantas connotaciones subversivas. Era un nombre que, por decirlo de alguna manera, sonaba a “comunismo” o a “anarquismo”, y ciertamente, no faltaban motivos. Aparte de que al primer partido comunista alemán se le ocurrió llamarse “Liga Espartakista” siguiendo las indicaciones de sus míticos fundadores, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, o que las Olimpiadas antifascistas de los años treinta se llamaran “espartakiadas” y que entre sus miembros se formaran las primeras Brigadas Internacionales contra el militar-fascismo en España. O más sencillamente que en la prensa obrerista de todo el mundo se utilizaba a Espartaco como un apodo muy común, y su leyenda evocada como ejemplo de que una lucha, aunque en su momento parece tropezar con todos los inconvenientes posibles, comenzando por los drástico límites objetivos de unas condiciones históricas que aceptan la esclavitud como “natural” (como hoy se aceptan los abismos del “Tercer Mundo”, y ayer se aceptaba condiciones obreras como las descritas en las novelas de Zola o Dickens).
Es esta conexión la que explica su excepcionalidad que en sus anteriores (o ulteriores) evocaciones fílmicas se rebajara o se eliminara su perfil subversivo. Por otro lado, la esclavitud seguía (sigue) siendo una realidad vigente en grandes zonas del planeta en pleno siglo XX. Desde este punto de vista, se puede decir que este “Espartaco” contribuyó en no poca medida a registrar su insurrección, y a convertirla en un referente más amplio que el “comunista” para hacerlo partícipe en un concepto más amplio de antecedente en la lucha por los Derechos Humanos.
6. Un mito liberador. Esto lo consiguió esta película que surgió en el primer momento que la historia la hizo posible, y que universalizó el referente hasta el extremo de que después, cualquier noticia sobre el trabajo en las canteras o en las minas, las informaciones y exposiciones sobre la vida de los gladiadores, o cualquier otra revuelta contra la esclavitud adquieran desde el primer momento la palabra “Espartaco” como una puerta que ayuda a la gente a acceder a temas más o menos reservados a los “especialistas”. Una excepción que permitió otras como la inclusión de un discurso antiesclavista y tercermundista en La caída del Imperio Romano, o la realización de costosas superproducciones que cantan gestas libertadoras.
La propia producción de Espartaco es un capítulo de historia del cine cuyo rodaje comenzó en 1960, después de que en el cine se habían dado innumerables vueltas entorno al drama de la esclavitud, esta película por sí misma aparecía como una clara ruptura temática con una tradición “cristiana” de la que Qvo Vadis o The robe pueden resultar buenos ejemplos, en la que los esclavos no necesitaban su libertad como individuos, ni la esclavitud derogada, bastaba con tener fe en un más allá que los liberaría de las cadenas y en el que serían iguales que los patricios que los trataban (casi) como un igual. A diferencia del gladiador griego Demetrius (Víctor Mature recién salido del Sanson de DeMille), este esclavo tracio no salvaba su alma inmortal sino que se rebelaba en armas contra un «sistema» que --como todos- se creía incuestionable, no en vano, no seria hasta al cabo de veinte siglos que esta revuelta acabó superando el círculo ignominioso que había atado sobre su cuello unánimemente tanto historiadores como intelectuales romanos.
Cabe recordar que en Roma el pueblo romano lo empleaba para asustar a los niños traviesos, mientras que, por ejemplo, Cicerón también lo emplea como un insulto contra Marco Antonio. Así es que, no será hasta el siglo XVIII, cuando aparecen las primeras denuncias contra toda clase de esclavismos que lo que evoca su nombre cobrará una connotación emancipadora, y no será hasta un siglo después que aparecieron voces como las de Karl Marx que lo consideran con todas sus contradicciones, como un precursor que, dos mil años antes de que la Iglesia se manifestara inequívocamente sobre la cuestión, «planteó» un objetivo cuando no se daban las condiciones para resolverlo». «Espartaco es (...) el personaje más espléndido de toda la historia antigua. Gran general (!no como Garibaldi¡), carácter noble, auténtico representante del antiguo proletariado”. No deja de resultar singular que su revuelta acabara oscureciendo las demás, y que, a pesar de que en su desarrollo no respondió a ningún esquema idealistas –no partía de ninguna repulsa a la esclavitud en general, ni parece que imaginara ningún mundo alternativo, conoció duros conflictos internos, y no desdeñó ni el pillaje ni la crueldad cuando la necesitaron.
7 La década de los 68. Al antecedente subversivo del personaje histórico habría que añadirle otras connotaciones que explican que la producción del filme concitara todo tipo de inquietudes en la censura. En 1960 ya se anunciaban el impulso de las marchas por los “derechos civiles”. Aunque fuesen de una manera invisible, las cadenas continuaron existiendo a través de la existencia de un racismo que contaba en muchos Estados con leyes muy similares a la del “apartheid” sudafricano.
El actor-productor declaró que era una mierda con talento, y le acusó de haberse querido apropiar del guión de Trumbo, dándole su nombre. Pero la sangre no llegó al río, seguramente porque Douglas consideró que con un cambio era suficiente en una producción ya de por sí bastante dificultosa, en la que, aparte de los ya señalados, habría que añadirles los existentes con una operación quirúrgica de Jean Simons, una enfermedad de Douglas, más un accidente de Tony Curtis, quien por una gentileza de Douglas consiguió interpretar un personaje que no aparecía en la novela (y que de alguna manera subrayaba la relación entre la poesía y la cultura con la revolución que haría las delicias a los partidarios de la “unión entre las fuerzas del trabajo y de la cultura”), haciendo además un “guiño” sobre “Los vikingos”, donde era Tony Curtis el que mataba a Douglas, mientras que en Espartaco pasaba justo al revés…Desde Espartaco, el cine trató el asunto de la esclavitud con mayor seriedad que lo había hecho hasta el momento.
Al final de la década, los muchachos que “se lo habían pasado pipa” viendo la película, la imitaron cuando salieron por millares y millares gritando por las calles de Paris, “!Nous somme tous de juifs allemande¡”, rememorando una de las escenas finales de la película, y en respuesta al tétrico funcionario estalinista llamado George Marchais que había tratado a “Daniel el rojo” como “judío alemán”…Y aquí no acaba la historia.
Más información:
Cultura
Opinión
Comentarios (3)
de los comentarios
#1.- La liga espartaquista alemana
CUARTA INTERNACIONAL08-10-2008 13:49
Tal es el mito liberador de Espartaco que la organización, en la que militaban los dirigentes que protagonizaron la revuelta de 1919 (posteriormente asesinados por el gobierno ), en Alemania: Karl Liebneckt y Rosa Luxemburgo se llamaba Liga Espartaquista.
Valoración: 4 Avisar provocación
#2.- espartaco en vasco la bomba
espartucusibarretxus08-10-2008 19:09
Si espartaco existiera en euskadi lo volaria una bomba. Seria la pelicula del año para tanto descerebrado
Valoración: 0 Avisar provocación
#3.- Espartaco, ¡la hermosura de la lucha liberadora!
Simeón Ferreiro08-10-2008 19:12
Muy buena recreación literaria, Pepe.
Aún recuerdo la emoción que me causó cuando el pirata fenicio le dice a Espartaco (Kirk Douglas), y a los otros líderes de los esclavos, que si bien no puede embarcar a todos los esclavos sí puede embarcarlos a ellos. A esto Espartaco le contesta con un ademán de desdén, de asco. Efectivamente, un líder revolucionario no traiciona: o todos o ninguno, o la victoria o la muerte. Además, ¿qué es la muerte cuándo verdaderamente se ha sido libre? Un hecho asumible porque la vida ha merecido la pena.
Como sabes, hay otra versión de Espartaco que posiblemente sea superior políticamente a la interpretada por Kirk Douglas: Dirigida por Robert Dornhelm y Goran Visnjic en el papel de Espartaco. Año 2004.
Valoración: 1 Avisar provocación
www.kaosenlared.net/noticia/siete-notas-sobre-espartaco-pelicula-para-historia
-->Antes del Spartacus (USA, 1960), de Stanley Kubrick-Kirk Douglas hubieron otros Espartaco en el cine, y también los hubo después, pero aunque pudieran ser mejores, ninguno causó tanto impacto ni tuvo tanta trascendencia…
En contra de lo que se suele creer, los grandes títulos del cine político (de izquierdas), pierden influencia con el paso del tiempo. Es posible pues, que los jóvenes que la vean en la pequeña pantalla, aunque sea con todos los atractivos y añadidos de la edición especial en DVD, difícilmente se podrán hacer una idea de lo que significó para la juventud que la descubrió en aquellas salas oscuras con una pantalla gigante…Seguro que la inmensa mayoría no sabían de quien hablaba, y que solos unos pocos tuvieran una vaga idea del personaje, pero desde entonces, Espartaco quedaría como sinónimo de una lucha contra la esclavitud cuya primera batalla se libro en Roma, en tanto que la segunda no llegaría hasta el siglo XIX, y de hecho todavía continúa…
Se puede hablar de Espartaco desde muchos ángulos, de la historia verdadera, de sus versiones literarias o artísticas…La misma película permite numerosas discusiones en centros en enseñanza, entidades ciudadanas y por supuesto, en sindicatos. No en vano el nombre Espartaco está ligado a algunas grandes batallas del proletariado, a numerosos diarios y revistas, y a personas que tomaron el nombre de aquel esclavo que dijo NO, e hizo temblar Roma. Un gesto que sigue vivo
1. Sipnosis. La película se inicia con una panorámica sobre unas canteras al tiempo que se escucha una voz en «off» que dice: «En Tracia una esclava da luz a un niño que a los 13 años es vendido. Ese niño es ya un hombre que trabaja en las minas «soñando con la abolición de la esclavitud». Desde el primer momento quedan patentes la humanidad y la rebeldía del esclavo que muerde a un guardián que antes ha golpeado a otro esclavo exhausto. Cuando está sufriendo un terrible castigo aparece su salvador, Léntulo Batiato (magnífico Peter Ustinov) pensando que alguien tan airado podría ser añadirlo a su escuela de gladiadores de Capua. Allí no hay lugar ni para el amor (las esclavas son una recompensa otorgada) ni para la amistad entre personas que en cualquier momento deberán enfrentarse a muerte, esto es lo que ocurre cuando el banquero Craso (Laurence Olivier) con otros romanos ociosos, en especial dos depravadas aristócratas romanas sedientas de sangre y emociones fuertes (Nina Foch y Joanna Barnes). Éstas escogen a Espartaco por su mirada insolente así como al musculoso etíope Draba (el inolvidable «El sargento negro» de John Ford, Woody Strode), un gigante negro que antes de cumplir la orden fatídica de matar a Espartaco, prefiere revolverse contra la tribuna de los patricios. El negro Druba es, muy significativamente, el primer rebelde, el primero que prefiere enfrentarse a los poderosos antes que acabar con alguien que solo le había hecho una pregunta amable.
Semejante hecho, más las vejaciones constante que sufren tanto él como Varinia, finalmente vendida a Craso para su desesperación (Jean Simons), llevan a Espartaco a revolverse y a matar al antiguo gladiador, y ahora odioso instructor Marcelo (Charles MacGraw). Su muerte enciende una revuelta con solo 7O gladiadores. Esta primera parte de la película resulta ser la más rigurosa históricamente y la más convincente dramáticamente. En poco tiempo el "espartakismo" se extiende por toda Italia, y el pequeño grupo se convierte en un ejército-comunidad (socialista, obviamente) que se distingue por su sencillez, la variedad y el ropaje multicolor. Su funcionamiento es asambleario, y Espartaco aparece como un «tribuno del pueblo», como alguien sediento de conocimientos, capaz de asimilar todo lo que contribuya a la libertad, y lleno de amor por otra esclava, que es también una mujer extraordinaria que llega entre los primeros liberados.
Mientras que unos quieren atravesar Los Alpes, otros apoyan a Espartaco que –falseando la historia- convence a todos de emprender una marcha militar liberadora hasta Brindisi, aunque antes se refugian en el Vesubio donde derrotan a Glauber (John Dall), que cumple así una propuesta envenenada de Graco (Charles Laughton), el representante del partido «plebeyo» frente a Craso. Su llegada triunfal a Brindisi donde descubren que Tigranes (Herbert Lom), el pirata fenicio al que han contratado con los tesoros arrebatados a los romanos, les ha traicionado al llegar a un acuerdo con Craso que conoce mejor que nadie el lenguaje del oro. Al final, acorralado por un ejército muy superior, Espartaco es derrotado en una batalla que ha quedado como la más conseguida de la historia del «peplum». Espartaco será el último de los 6.000 crucificados en la Vía Apía aunque antes de morir (en el final más optimista de toda la filmografía de Kubrick, y contrario al planteamiento de Trumbo que pensaba que alguien como él solo podía morir con la espada en la mano) tiene ocasión de ver como su compañera, Varinia, camina hacia la libertad junto con su hijo.
En algunos momentos una voz en «off» subraya el contenido de la película con frases como: «El sacrificio de Espartaco se convirtió en el triunfo de la humanidad», «Un hombre dijo NO y tembló Roma. Eso fue lo maravilloso. Al gritar un hombre NO, diez mil voces se alzaron gritando NO». En el mismo sentido se pronuncia Espartaco cuando se le interroga a la hora de la derrota, antes había proclamado que el esclavo –nunca mejor dicho- solo tiene que perder sus cadenas, y entonces responde que el hecho de ser sido libros y de haber luchado por ello, ya era más que suficiente para justificar su rebelión. Toda esta historia transcurre en un metraje --casi «standard»- de más de tres horas que fueron rigurosamente vigiladas por la censura norteamericana, muy pendiente de un filme considerado como «marxista» que enaltecía la revolución.
2. La censura. Los censores encontraron algo extraño en la escena del baño entre el protofascista Craso y el sensible Antoninus (Tony Curtis), y aconsejó cambios en unos diálogos en los que Craso proclama que su apetito incluye «caracoles y otras» porque «ningún apetito es inmoral», una clara alusión homosexual a la que Antoninus responde con la fuga. La película quedará registrada como un título específico dentro del «peplum» en el que marcó la «mayoría de edad». Llaman la atención algunos diálogos entre los representantes de los patricios y de los plebeyos, las maniobras de la política romana y del papel del senado que recuerdan las de «Tormenta sobre Washington», con sus agudas reflexiones sobre las luchas por el poder en sus vertientes cesarista y republicana al tiempo que queda patente la marginación de la gran mayoría del pueblo, la utilización de las personas como propiedad de los poderosos y los recursos dentro de la política. En resumen, un cuadro que retrata con vigor una Roma histórica vulgarizada por el cine. Espartaco además apuntaba claramente reflexiones más o menos directa –ya no hemos referido a la esclavitud en los Estados unidos- sobre el presente, no en vano se trata de una parábola histórica cuyas pistas son múltiples, empezando claro está por el insólito dato de que «los de abajo» tenían toda la razón. De hecho, puede considerarse como una de las pocas excepciones en las que Hollywood glorifica tan rotundamente una revolución. Algunos analistas han visto también una corriente homosexual en relación entre Lentulo y Marcelo.
Algunas de las escenas censuradas fueron incorporadas a revisiones ulteriores como un atractivo más.
3. La producción. Aunque en la historia del ”peplum” Espartaco (1960) no es, ni mucho menos la mejor película ni tan siquiera cinematográficamente más importante, su impacto popular es equivalente a la de las mayores.
Como producto es muy inferior a otros quizás menos conocidos o recordados. Opero su calidad es muy inferior a hitos como Cabiria o Sansón o Dalila, que contienen una mayor calidad fílmica y fueron más importantes para la evolución del género, empero resulta que, por una suma de factores muy heterogéneos, sobre todo su connotación emancipadora, le ha otorgado un peso muy por encima de su categoría crítica, que cuenta con no pocos detractores. Estos factores hacen que sobre ningún otro “peplum” se haya escrito tanto ni tan variado. Así, Espartaco se ha convertido en una cita obligatoria en todos los –numerosos- estudios monográficos sobre Stanley Kubrick, quien adquirió ulteriormente un controvertido prestigio de “autor”, sino de “genio” y para el que esta película fue un punto de inflexión decisivo: sin Espartaco al menos habría tardado más en poder realizar proyectos de riesgos como Lolita, en la que aparece una broma sobre el personaje cuando hace decir con ironía a Clare Quilty-Peter Sellers: “Soy Espartaco: liberadme”, por no hablar de “2.0001”. Aparte de contar con un reparto “de primera”, ha resultado también que algunos de sus protagonistas como Kirk Douglas (“El hijo del trapero”, Ed. B, BCN, 1988) o Laurence Olivier (“Laurence Olivier: confesiones de un actor” ( Planeta, BCN, 1984), serían autores de sendas y muy valoradas autobiografías, esto sin contar otros posibles títulos como la biografía de Charles Laughton.
No dejaba tampoco de resultar significativo que el punto de partida fuese una novela de Howard Fast, escrita de principios de los años cincuenta, en la época de restauración conservadora conocida impropiamente como maccarthismo y que cayó en manos de Kirk Douglas,. quien acababa de demostrar su talento como productor con Los vikingos (1960), asumió el reto desde su propia productora, la Byrna con el apoyo de la Universal que impuso a Anthony Mann en contra de los deseos de Douglas que previamente había tratado con David Lean (que no se consideró idóneo) y con Laurence Olivier (que se le creyó demasiado). Finalmente fue Mann quien inició el rodaje en España con las secuencias de las canteras y de la escuela de Capua en cooperación con el gran Yakima Canutt. Sin embargo, a los quince días Douglas prescindió de sus servicios, lo que no impidió que algunos críticos le atribuyeran a Mann algunas de las mejores escenas.
Entre otras cosas, el despido dejó claro quien era en realidad el verdadero “anima mater” del proyecto, hasta el punto que Kubrick declaró que la suya fue una de las tantas voces que Douglas escuchaba. Su gestación no fue nada fácil, tanto fue así que se cumplió el plazo de los derechos que acabó prorrogando gracias a un nuevo acuerdo con Fast según el cual éste escribía el guión, un disparate ya que el famoso escritor comunista no tenía ni idea de tal oficio…
4. El guionista. Fue este último descubrimiento el que al parecer que llevó a Douglas a buscar a otro «rojo» perseguido, Dalton Trumbo, un auténtico «apestado» para el fuerte «lobby» derechista de Hollywood,. Trumbo por cierto, acababa de ganar el Oscar al mejor guionista con el seudónimo de «Robert Rich» por la simpática parábola animalista The brave (1959). Dalton tenía fama de trabajar rápido, más remedio que aceptar, posicionamientos que acabaron la proscripción de los «blacklisted».
Al margen de este episodio histórico, la adaptación del guión conoció un serio conflicto entre Trumbo y Kubrick. Contradiciendo los testimonios (entre ellos, del propio Kubrick) que lo convierten en un mero asalariado de Douglas, Stanley Kubrick declaró que había efectuado diversas críticas al guión, y declaró que «la película lo tenía todo menos una buena historia». «Nada más lejos, en efecto, del acendrado cinismo nihilista de Kubrick que el ingenuo idealismo liberal de Trumbo», escribió José Luis Guerner. Otro crítico destaca «...el rótulo altamente emocional de «izquierdista» con el que se designa a Trumbo se remonta a la época de Roosevelt y el «New Deal». El resultado...está determinado de antemano». Sin embargo, conviene recordar que Kubrick acababa de realizar «Senderos de gloria», una película no muy lejana del «izquierdismo» de Trumbo. No obstante, resulta evidente que éste demostró ser mucho más que un «ingenuo idealista liberal» de otras películas. Su guión operaba no pocas modificaciones. También acentuó el protagonismo de Espartaco con el natural beneplácito de Douglas, ya mayorcito (42 años) para el papel de un esclavo que sobrevive en unas canteras en las que el término medio de vida no sobrepasaba los diez años.
Ulteriormente, Kubrick ya encumbrado, renegó de esta película, que emprendió a los 32 años, cuando no había ganado todavía un solo dólar en la industria, y que sería justo la que le permitiría emprender una de las carreras más personales - y controvertidas - del cine contemporáneo. Acababa de ser expulsado del rodaje del “western” al servicio de Marlon Brando “El rostro impenetrable”, que acabó dirigiendo el mismo actor, y se encontró con una superproducción con un presupuesto de millones de dólares, con un elenco de auténtico lujo - al que la publicidad realzaba con sus rostros inscritos en unas monedas que con un tamaña de dos metros aproximadamente apabullaba al público que pasaba por los cines de estreno -, con un equipo de producción que llegaba a 10.500 personas (incluidos los 8.000 soldados españoles de extras)...Hoy nadie duda de que muchas escenas claves le pertenecen. No obstante, el conflicto estaba servido, aunque todavía escasamente conocido, Kubrick era ya todo un carácter, y los conflictos con Douglas fueron constantes.
5. Una película “revolucionaria”. Su propia historia como película, Espartaco cuenta con dos episodios que forman parte ya de las leyendas del cine, uno fue liberar a Dalton Trumbo de las bochornosas “listas negras”, el otro diálogo entre Craso y Antoninus sobre los gustos sexuales ambivalentes extraído en el primer montaje, y que sirvió luego para darle más color a su reestreno. Está también su esfuerzo en la reconstrucción histórica, muy valorado entre los profesores de historia, de manera que al menos dos ensayos sobre la relación entre el cine y la historia le dedican sendos capítulos a la película. Javier Coma también la incluye tanto en su “Diccionario” sobre cien películas míticas como en el que dedica al cine de aventuras. Pero sin duda lo más importante de Espartaco es que resultó una película “revolucionaria”, un salto en la maduración temática del género, dos factores que conectaron plenamente con el clima de radicalización izquierdista ya presente en la hora de su rodaje, y claramente confirmada en la segunda mitad de la época. Un tiempo en el que numerosos espectadores jóvenes ya la había integrado como una particular “cult movies” para numerosos inconformistas que eran muchachos en la época.
A todo esto, no deja de resultar muy sintomático que después de más de veinte siglos de haber protagonizado la más conocida (pero en absoluto la única, ni tan siquiera la más importante) revuelta de esclavos y campesinos pobres contra Roma, desde –geográfica y socialmente- el propio corazón de esta, el nombre de Espartaco siguiera evocando tantas connotaciones subversivas. Era un nombre que, por decirlo de alguna manera, sonaba a “comunismo” o a “anarquismo”, y ciertamente, no faltaban motivos. Aparte de que al primer partido comunista alemán se le ocurrió llamarse “Liga Espartakista” siguiendo las indicaciones de sus míticos fundadores, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, o que las Olimpiadas antifascistas de los años treinta se llamaran “espartakiadas” y que entre sus miembros se formaran las primeras Brigadas Internacionales contra el militar-fascismo en España. O más sencillamente que en la prensa obrerista de todo el mundo se utilizaba a Espartaco como un apodo muy común, y su leyenda evocada como ejemplo de que una lucha, aunque en su momento parece tropezar con todos los inconvenientes posibles, comenzando por los drástico límites objetivos de unas condiciones históricas que aceptan la esclavitud como “natural” (como hoy se aceptan los abismos del “Tercer Mundo”, y ayer se aceptaba condiciones obreras como las descritas en las novelas de Zola o Dickens).
Es esta conexión la que explica su excepcionalidad que en sus anteriores (o ulteriores) evocaciones fílmicas se rebajara o se eliminara su perfil subversivo. Por otro lado, la esclavitud seguía (sigue) siendo una realidad vigente en grandes zonas del planeta en pleno siglo XX. Desde este punto de vista, se puede decir que este “Espartaco” contribuyó en no poca medida a registrar su insurrección, y a convertirla en un referente más amplio que el “comunista” para hacerlo partícipe en un concepto más amplio de antecedente en la lucha por los Derechos Humanos.
6. Un mito liberador. Esto lo consiguió esta película que surgió en el primer momento que la historia la hizo posible, y que universalizó el referente hasta el extremo de que después, cualquier noticia sobre el trabajo en las canteras o en las minas, las informaciones y exposiciones sobre la vida de los gladiadores, o cualquier otra revuelta contra la esclavitud adquieran desde el primer momento la palabra “Espartaco” como una puerta que ayuda a la gente a acceder a temas más o menos reservados a los “especialistas”. Una excepción que permitió otras como la inclusión de un discurso antiesclavista y tercermundista en La caída del Imperio Romano, o la realización de costosas superproducciones que cantan gestas libertadoras.
La propia producción de Espartaco es un capítulo de historia del cine cuyo rodaje comenzó en 1960, después de que en el cine se habían dado innumerables vueltas entorno al drama de la esclavitud, esta película por sí misma aparecía como una clara ruptura temática con una tradición “cristiana” de la que Qvo Vadis o The robe pueden resultar buenos ejemplos, en la que los esclavos no necesitaban su libertad como individuos, ni la esclavitud derogada, bastaba con tener fe en un más allá que los liberaría de las cadenas y en el que serían iguales que los patricios que los trataban (casi) como un igual. A diferencia del gladiador griego Demetrius (Víctor Mature recién salido del Sanson de DeMille), este esclavo tracio no salvaba su alma inmortal sino que se rebelaba en armas contra un «sistema» que --como todos- se creía incuestionable, no en vano, no seria hasta al cabo de veinte siglos que esta revuelta acabó superando el círculo ignominioso que había atado sobre su cuello unánimemente tanto historiadores como intelectuales romanos.
Cabe recordar que en Roma el pueblo romano lo empleaba para asustar a los niños traviesos, mientras que, por ejemplo, Cicerón también lo emplea como un insulto contra Marco Antonio. Así es que, no será hasta el siglo XVIII, cuando aparecen las primeras denuncias contra toda clase de esclavismos que lo que evoca su nombre cobrará una connotación emancipadora, y no será hasta un siglo después que aparecieron voces como las de Karl Marx que lo consideran con todas sus contradicciones, como un precursor que, dos mil años antes de que la Iglesia se manifestara inequívocamente sobre la cuestión, «planteó» un objetivo cuando no se daban las condiciones para resolverlo». «Espartaco es (...) el personaje más espléndido de toda la historia antigua. Gran general (!no como Garibaldi¡), carácter noble, auténtico representante del antiguo proletariado”. No deja de resultar singular que su revuelta acabara oscureciendo las demás, y que, a pesar de que en su desarrollo no respondió a ningún esquema idealistas –no partía de ninguna repulsa a la esclavitud en general, ni parece que imaginara ningún mundo alternativo, conoció duros conflictos internos, y no desdeñó ni el pillaje ni la crueldad cuando la necesitaron.
7 La década de los 68. Al antecedente subversivo del personaje histórico habría que añadirle otras connotaciones que explican que la producción del filme concitara todo tipo de inquietudes en la censura. En 1960 ya se anunciaban el impulso de las marchas por los “derechos civiles”. Aunque fuesen de una manera invisible, las cadenas continuaron existiendo a través de la existencia de un racismo que contaba en muchos Estados con leyes muy similares a la del “apartheid” sudafricano.
El actor-productor declaró que era una mierda con talento, y le acusó de haberse querido apropiar del guión de Trumbo, dándole su nombre. Pero la sangre no llegó al río, seguramente porque Douglas consideró que con un cambio era suficiente en una producción ya de por sí bastante dificultosa, en la que, aparte de los ya señalados, habría que añadirles los existentes con una operación quirúrgica de Jean Simons, una enfermedad de Douglas, más un accidente de Tony Curtis, quien por una gentileza de Douglas consiguió interpretar un personaje que no aparecía en la novela (y que de alguna manera subrayaba la relación entre la poesía y la cultura con la revolución que haría las delicias a los partidarios de la “unión entre las fuerzas del trabajo y de la cultura”), haciendo además un “guiño” sobre “Los vikingos”, donde era Tony Curtis el que mataba a Douglas, mientras que en Espartaco pasaba justo al revés…Desde Espartaco, el cine trató el asunto de la esclavitud con mayor seriedad que lo había hecho hasta el momento.
Al final de la década, los muchachos que “se lo habían pasado pipa” viendo la película, la imitaron cuando salieron por millares y millares gritando por las calles de Paris, “!Nous somme tous de juifs allemande¡”, rememorando una de las escenas finales de la película, y en respuesta al tétrico funcionario estalinista llamado George Marchais que había tratado a “Daniel el rojo” como “judío alemán”…Y aquí no acaba la historia.
Más información:
Cultura
Opinión
Comentarios (3)
de los comentarios
#1.- La liga espartaquista alemana
CUARTA INTERNACIONAL08-10-2008 13:49
Tal es el mito liberador de Espartaco que la organización, en la que militaban los dirigentes que protagonizaron la revuelta de 1919 (posteriormente asesinados por el gobierno ), en Alemania: Karl Liebneckt y Rosa Luxemburgo se llamaba Liga Espartaquista.
Valoración: 4 Avisar provocación
#2.- espartaco en vasco la bomba
espartucusibarretxus08-10-2008 19:09
Si espartaco existiera en euskadi lo volaria una bomba. Seria la pelicula del año para tanto descerebrado
Valoración: 0 Avisar provocación
#3.- Espartaco, ¡la hermosura de la lucha liberadora!
Simeón Ferreiro08-10-2008 19:12
Muy buena recreación literaria, Pepe.
Aún recuerdo la emoción que me causó cuando el pirata fenicio le dice a Espartaco (Kirk Douglas), y a los otros líderes de los esclavos, que si bien no puede embarcar a todos los esclavos sí puede embarcarlos a ellos. A esto Espartaco le contesta con un ademán de desdén, de asco. Efectivamente, un líder revolucionario no traiciona: o todos o ninguno, o la victoria o la muerte. Además, ¿qué es la muerte cuándo verdaderamente se ha sido libre? Un hecho asumible porque la vida ha merecido la pena.
Como sabes, hay otra versión de Espartaco que posiblemente sea superior políticamente a la interpretada por Kirk Douglas: Dirigida por Robert Dornhelm y Goran Visnjic en el papel de Espartaco. Año 2004.
Valoración: 1 Avisar provocación

No hay comentarios:
Publicar un comentario