
Obama para presidente
DAVID MARTÍNEZ
Internacionalista, socio del Centro de Investigación de Asuntos Políticos GALMA.
Tras el tercer y último debate entre los senadores Barack Obama y John McCain, la dinámica electoral, la relación de fuerzas, los fondos disponibles para propaganda, la presunción de las élites, la opinión de los grandes periódicos validan el pronóstico de que Obama será el primer presidente negro de los Estados Unidos. Todos parecen encandilados con sus propuestas para el caos económico-financiero. Justamente, esta faceta de su personalidad ha hecho olvidar sus puntos débiles, pues la inexperiencia tiene corrección; el mal genio de McCain, no.
De lo más rescatable que quedará de esta campaña es ese discurso, ya memorable, que Obama pronunció sobre la raza, culminación de un tortuoso proceso que permite evocar los momentos estelares de la abolición de la esclavitud o la lucha por los derechos cívicos, de Lincoln a Martin Luther King. Además, por su propia condición de negro, con una educación esmerada, Obama va más allá del tema racial, pues no vaciló en renegar del pastor Jeremiah Wright, aquel que lo bautizó, mesiánico líder religioso, que usa el tema racial para sembrar odio por todo EEUU.
El tema de la raza podría explicar la derrota de Obama, pero esta sensación se descarta cada vez más al tener en cuenta que la elección se decide, ante todo, por la grave situación económica y la popularidad de Bush. A medida que se ahondaba la crisis financiera y se informaba a los ciudadanos de las pérdidas trimestrales en sus planes de ahorro, los efectos en la intención de voto resultaron devastadores, de manera que Obama adelantó en todas las encuestas a McCain, pues a él se le identifica con el presidente Bush y con todos los responsables del desastre.
Tenía razón Arthur Schlesinger cuando sostenía que la política norteamericana es de naturaleza cíclica y que se ha agotado el ciclo conservador iniciado por Reagan en 1980. La pregunta, pertinente, es aquella que formula Paul Krugman: ¿Obama será otro Roosvelt u otro Clinton? Aunque Krugman desearía fuera un Reagan de izquierda, la realidad parece indicar que Obama será un presidente parecido a Harry Truman, aquel que implementó el Plan Marshall, fundó la ONU y los acuerdos de Bretton Woods. Pero conviene tener en mente que Truman, también, fue aquel que decidió tirar a Fat man y Little boy sobre Japón, con más de nueve millones de muertos. Este juego de luces y sombras servirá en, buena medida, para hacer al presidente Obama aún más simbólico de lo que ya es hoy en día como candidato.
Internacionalista, socio del Centro de Investigación de Asuntos Políticos GALMA.
Tras el tercer y último debate entre los senadores Barack Obama y John McCain, la dinámica electoral, la relación de fuerzas, los fondos disponibles para propaganda, la presunción de las élites, la opinión de los grandes periódicos validan el pronóstico de que Obama será el primer presidente negro de los Estados Unidos. Todos parecen encandilados con sus propuestas para el caos económico-financiero. Justamente, esta faceta de su personalidad ha hecho olvidar sus puntos débiles, pues la inexperiencia tiene corrección; el mal genio de McCain, no.
De lo más rescatable que quedará de esta campaña es ese discurso, ya memorable, que Obama pronunció sobre la raza, culminación de un tortuoso proceso que permite evocar los momentos estelares de la abolición de la esclavitud o la lucha por los derechos cívicos, de Lincoln a Martin Luther King. Además, por su propia condición de negro, con una educación esmerada, Obama va más allá del tema racial, pues no vaciló en renegar del pastor Jeremiah Wright, aquel que lo bautizó, mesiánico líder religioso, que usa el tema racial para sembrar odio por todo EEUU.
El tema de la raza podría explicar la derrota de Obama, pero esta sensación se descarta cada vez más al tener en cuenta que la elección se decide, ante todo, por la grave situación económica y la popularidad de Bush. A medida que se ahondaba la crisis financiera y se informaba a los ciudadanos de las pérdidas trimestrales en sus planes de ahorro, los efectos en la intención de voto resultaron devastadores, de manera que Obama adelantó en todas las encuestas a McCain, pues a él se le identifica con el presidente Bush y con todos los responsables del desastre.
Tenía razón Arthur Schlesinger cuando sostenía que la política norteamericana es de naturaleza cíclica y que se ha agotado el ciclo conservador iniciado por Reagan en 1980. La pregunta, pertinente, es aquella que formula Paul Krugman: ¿Obama será otro Roosvelt u otro Clinton? Aunque Krugman desearía fuera un Reagan de izquierda, la realidad parece indicar que Obama será un presidente parecido a Harry Truman, aquel que implementó el Plan Marshall, fundó la ONU y los acuerdos de Bretton Woods. Pero conviene tener en mente que Truman, también, fue aquel que decidió tirar a Fat man y Little boy sobre Japón, con más de nueve millones de muertos. Este juego de luces y sombras servirá en, buena medida, para hacer al presidente Obama aún más simbólico de lo que ya es hoy en día como candidato.

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