VALPARAÍSO está relativamente cerca de Santiago (de Chile, claro). Digo relativamente porque en ese país, las distancias de norte a sur son más largas de lo que nosotros, aquí, estamos acostumbrados a imaginar. A pocos kilómetros de Valparaíso está Viña del Mar, una de las ciudades turísticas más importantes del país. Digo esto, para ponernos en contexto y en escena. Estuve en Valparaíso hace unos años durante un mes con motivo de un curso que fui a dar -el curso, ahora, no viene al caso-. Allí tuve la oportunidad de visitar la casa de Pablo Neruda. Todavía se podía sentir el olor de viejo -como decía quien me acompañaba-. Allí, ciertamente, no llegaba el cartero. Era -es, si no la han modificado- una casa con forma de barco, orientada al mar, al Pacífico, como corresponde. Con una de las mejores vistas que uno puede imaginar para inspirarse, quedarse absorto, ensimismarse o evadirse de la civilización que queda a las espaldas y de los atisbos de la capital, más alejada. Durante un largo tiempo permanecí en la habitación más alta de la casa. Tenía cuatro pisos, el cuarto era una especie de desván en donde Neruda trabajaba, escribía, meditaba y convertía todas aquellas ideas en verso. Desde allí, los versos del Capitán tenían, con toda seguridad, otro significado. Allí, en aquel desván azotea, dicen los que lo conocieron, que pensaba en Dios. Como lo oyen -como lo leen-. Que hablaba de Dios o que hablaba con Dios. (Ahora va a resultar que el Nobel era un santo). En todo caso, yo mismo sentí una especial devoción hacia la inspiración en aquel despacho lleno de libros y enseres del genial escritor. No sé si empezar a creer que las musas tienen algo que ver con Dios o, si la literatura sigue siendo inspirada. La casa de Valparaíso no era la única. La de Parral, en donde había nacido. Tenía otra en la capital, 'La Chascona', en Santiago. En Madrid en donde vivió una buena parte de la Guerra Civil. En México en donde residió un tiempo. Desde luego, la de Isla Negra en Chile en donde está enterrado el Nobel con su mujer Matilde Urrutia. Dicen que tenía residencia en la Rusia del momento, otra en China, y en París. A Neruda le gustaba hacer acopio de pisos y de casas. Tener una morada en todos aquellos sitios en donde estaba, por donde andaba. Capital para ello no le debía faltar aunque luego, eso sí, dijese estar con los más pobres y en contra de los poderosos. A mi me parece muy bien que este año se celebre el 35 aniversario de la muerte del poeta. Creo que hay que honrar a quienes cultivaron con devoción el placer de la creación literaria, quienes descubrieron que la inmortalidad está, también, en las letras. Neruda, como Lorca, fue uno de los grandes escritores del siglo XX. Y su figura ya ha pasado a los libros de historia de la literatura universal. Dicen que Neruda era admirador de Lorca. Él mismo confesó que siempre leía sus trabajos y que como amigos, los dos en España, con frecuencia hablaban acerca de sus inspiraciones. La musicalidad de las obras de los dos poetas es casi la misma. Incluso hay quien asegura que García Lorca fue el que inventó a Neruda. Aquella sala, en lo alto de la casa, desde donde se divisaba el horizonte marino, estaba llena de recuerdos de lugares por donde Neruda había pasado. Me llamó la atención una gran jaula con un loro de cartón piedra en su interior. Alguien me dijo que aquel había sido un regalo que le había comprado a su mujer en un viaje a China. Me pareció algo irracional viajar con aquel loro inerte y enjaulado, y las dimensiones que tenía. Recuerdo, también, una grandísima vidriera traída como regalo de algún país que no recuerdo. Todo era grande, a lo grande. Como los recuerdos, como las palabras, como la poesía. Aquellas eran las características inequívocas de que estaba en el refugio de un genio de la palabra. Salí de la casa de Pablo Neruda convencido de que los lugares también son necesarios para ver el mundo desde otro punto de vista, aunque eso, muchos, no lo puedan percibir.
martes, 28 de octubre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario